Entravista al periodista Miguel Jara, sacada de Periódico Diagonal:
DIAGONAL: Afirmas en tu libro que los efectos adversos de los medicamentos constituyen la cuarta causa de muerte en EE UU, comparable con la mortalidad que provocan los accidentes de tráfico. ¿No es un poco exagerado?
MIGUEL JARA: No sólo no es exagerado, sino que, por los últimos documentos que he podido consultar, las cifras son notablemente superiores: más de 835 personas mueren en EE UU todos los días por estos efectos. Sería el mismo número de muertes que si se estrellaran tres aviones cada día. Los datos que expongo en el libro son de un estudio científico del año 2001 publicado en la revista JAMA (Journal of American Medical Association), Pero con posterioridad, un estudio publicado en Annals of Internal Medicine muestra que los efectos adversos de los fármacos en EE UU son ya la primera causa de muerte.
D.: ¿Cuáles son los fármacos más peligrosos y los más ineficaces que están hoy día a la venta?
M.J.: Todos los medicamentos tienen un punto de peligro porque son sustancias tóxicas que el cuerpo no reconoce. Deberían tomarse sólo en momentos necesarios, de modo muy racional. El problema es que la industria farmacéutica ha conseguido que los fármacos pasen de ser un bien esencial a objetos de consumo. Además, en la actualidad en las farmacias existen medicamentos que pueden causar graves daños a la salud e incluso la muerte. Basta con meterse en la página web de la Agencia Española de los Medicamentos y Productos Sanitarios para ver cuántos son los medicamentos que se han retirado o sobre los que endurece su advertencia de peligrosidad. Todos eran fármacos que se consumían con normalidad hasta que se dan cuenta de que eran más peligrosos de lo que pensaban.
Por citar alguno en concreto, Celebrex, de Pfizer, es una ‘superaspirina’ que puedes comprar en cualquier farmacia con la misma composición que Vioxx, un medicamento que se retiró en septiembre de 2004 y que, según los estudios de sus propios fabricantes, la farmacéutica Merck, habría matado a unas 250.000 personas en todo el mundo. ¿Cómo es posible que si se retiró Vioxx, su primo-hermano y toda la familia de medicamentos similares siga en el mercado?
En cuanto a fármacos ineficaces, las marcas, en su afán de aumentar ventas, presionan a los médicos para que se receten compuestos para tratar cosas para las que no han sido aprobados. Un ejemplo: Neurontín, de Pfizer, en principio aprobado para tratar la epilepsia, se usa para más de una docena de dolencias, como psicofármaco, para la diabetes, e incluso para cierto tipo de herpes. Así sería milagroso que curara algo.
D.: ¿En qué momento se halla la producción de genéricos?
M.J.: India, Brasil y China son potencias mundiales en la producción de genéricos, reproduciendo con maestría fórmulas cuya patente ha caducado tras 20 años y que consideran eficaces para curar a sus pobladores. Médicos Sin Fronteras acaba de hacer una fuerte campaña contra Novartis en la India, porque la compañía está ejerciendo mucha presión sobre el Gobierno para cambiar la ley de patentes, que da preferencia a las personas antes que a los beneficios empresariales. El Gobierno de Sudáfrica, por su parte, se ha negado a ceder a las presiones de las multinacionales, con el objetivo de poder pasar por encima de la patente, aun si no ha caducado, especialmente cuando la necesidad apremia.
D.: La última moda farmacológica parece ser la de vender medicamentos a personas que están sanas.
M.J.: Sí, se trata de los llamados medicamentos lifestyle (de estilo de vida) para mejorar la vida de personas sanas. En occidente el mercado de medicamentos está saturado, de modo que para vender más se crean patologías de procesos hasta ahora naturales como el envejecimiento, la menopausia, la impotencia y la desgana sexual. Por ejemplo, después de varios lustros de aplicación de la terapia hormonal sustitoria para la menopausia, ahora existen indicios que apuntan a que es cancerígena. La industria está concentrada en abrir nuevos mercados en torno a la salud de la mujer (frigidez, menopausia, osteoporosis).
D.: ¿Qué es el ‘farmaespionaje’?
M.J.: A la industria farmacéutica le interesa saber qué se receta para potenciarlo. Tiene varios métodos. El más viejo es el de comprar recetas en la farmacia, para obtener información. En Bilbao hace unos años se denunciaron desde el Colegio de Médicos estas prácticas. Con la receta puedes llegar hasta el médico que la emitió, y enviarle comerciales con una estrategia determinada en función de lo que esté prescribiendo.
Hay otros métodos, como determinado software para barrer internet, que les permite estar al día de los movimientos ciudadanos críticos, denuncias contra fármacos concretos, etc., y estar preparados.
Lo último, es la tecnología RFID, de radiofrecuencias, con la que Pfizer, por ejemplo, ya está enviando sus pedidos de Viagra desde Francia a EE UU. Con la excusa de acabar con las importaciones paralelas y las falsificaciones, la industria puede controlar los movimientos de cada caja individual de medicamento, a diferencia del código de barras, que identifica un modelo de producto. La peligrosidad de esta tecnología es su potencialidad para hacer seguimiento de clientes. En España, estaba pensado que se implantara para 2007, pero se está retrasando.
D.: Por último, ¿qué tienes en el botiquín de tu casa?
M.J.: Lo mínimo, y es Susana, mi compañera, la que se encarga. Las mujeres son las que han curado siempre en casa. La verdad es que yo hace años que no compro un medicamento.
“Bio-Bac, un ‘complot de Estado’ contra un medicamento eficaz”
D.: ¿Qué hay del famoso caso del medicamento Bio-Bac, retirado del mercado hace cuatro años en el Estado español?
M.J.: Esto es paradójico. Varios laboratorios internacionales certificaron la eficacia de Bio-Bac en la cura de diferentes dolencias, especialmente el cáncer. Lo desarrolló un médico cordobés humilde e independiente, Fernando Chacón, hace 40 años. Todo parece apuntar a que se montó un ‘complot de Estado’ contra el medicamento, liderado por hombres y mujeres fuertes en el Ministerio de Sanidad y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. De hecho, la actual directora de esta Agencia, Cristina Avendaño, según la Asociación de Usuarios de Bio-Bac, pidió a las “alturas ministeriales” que no prosperara la aprobación del fármaco. Dado que el mercado del cáncer es muy jugoso, que Bio-Bac resultaba efectivo y que la única condición que se puso para venderlo a una farmacéutica fue un precio bajo garantizado que no aceptaron, las multinacionales intentaron derribarlo con sus contactos en la salud pública.
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