Sacado del ABC:
Cada día, cuatro hombres denunciaron a sus mujeres por malos tratos en 2006. Sufren por partida doble. Por las vejaciones que les infringen y por el sexo al que pertenecen. Si los malos tratos son un tema del que no suelen hablar quienes lo padecen, ni siquiera a sus personas más allegadas, cuando las víctimas son varones, la cerrazón es aún mayor y las agresiones quedan circunscritas a un ámbito mucho más silencioso. Se convierten en un tema tabú.
Con todo, los hombres también padecen malos tratos, porque «haberlos haylos»: 10.801 denuncias en toda España en 2006, según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia. Aunque no alcanzan la dimensión cuantitativa de los que sufren las mujeres (62.170), desde el punto de vista cualitativo son igual de nefastos y dañinos, y dejan al sujeto que los soporta las mismas secuelas y destrucción, tanto físicas como psíquicas, en función de cada caso en cuestión.
De ahí que sigan siendo muy pocos quienes se atrevan a airear su tragedia cotidiana.Su miedo. Su aislamiento. Su inseguridad. Su dolor. Su soledad... Al igual que sucede a la inversa, cuando los abusos los sufren las féminas.
«Algunos, porque se avergüenzan, lo habitual en estas situaciones, y más aún por su condición masculina y el machismo imperante en la sociedad. «Se reirán de mí, suelen pensar»; otros, por no ser capaces de asumirlo y, aquellos, por estar tan destruidos que ni siquiera tienen fuerzas para ello», explica Juan Luis Rubio, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados (Apfs). El año pasado en la Comunidad de Madrid se presentaron 1.461 denuncias por malos tratos o amenazas realizadas por las féminas a sus parejas masculinas, según datos del Instituto de la Mujer. Ello equivale a cuatro demandas al día, frente a las 9.942 del sexo opuesto (27 al día). En cuanto a las muertes, se mantienen estables en ambos sexos: 5 mujeres y 2 hombres en 2005 y 2006, explicó la Delegación del Gobierno de Madrid.
Cuando los maltratados son ellos, apenas son noticia. Es una consecuencia más de la desigualdad en este asunto, negativa hacia los varones. El deterioro, producto de la situación por la que atraviesan, puede durar más tiempo, ya que lo tienen más difícil a la hora de solicitar ayuda o acudir a algún recurso, lo que hace aumentar los efectos nocivos.
Más psicológicas y sutiles
Las vejaciones infringidas por las mujeres adoptan una forma distinta a la que llevan a cabo los hombres. Suelen ser más psicológicas y sutiles, según los expertos, si bien la base es la misma para ambos sexos: humillar y menospreciar continúamente, a través de manipulaciones que tienen por objeto herir uno o distintos aspectos del sujeto: trabajo, estudios, aficiones, sexualidad, ocupaciones en el hogar, relación con los hijos... Precisamente porque esas extralimitaciones no dejan una huella visible, son mucho más difíciles de demostrar ante un juez o a la hora de tramitar denuncias. De ahí que el 64% de los abusos cometidos por las féminas sean psíquicos, mientras que los físicos, representan el 17%.
La Asociación de Padres de Familia Separados (Apfs) tiene en todo el país a 22.000 asociados. Todos han sido, en carne propia, víctimas. «Una forma de maltrato habitual, en el caso de las ex parejas, es que la madre impida al padre ver a sus hijos», indica Rubio. Incluso los pequeños, en algunas ocasiones, también son objeto del maltrato materno «si bien la mayoría de las veces se trata de negligencias y falta de atención en los cuidados».
«Las denuncias aumentan, año tras año, lo que no quiere decir sólo que haya más agresiones, sino que los hombres dicen ¡basta! y estan empezando a perder el miedo», añade. Por Comunidades, Madrid y Andalucía se sitúan en cabeza de esta violencia. A pesar de las dificultades, incluso a la hora de recurrir a las estadísticas, de la escasez de asociaciones y de recursos para los varones, o de la obtención de datos oficiales sobre las denuncias interpuestas por éstos, hay una mayor sensibilización y, en las grandes ciudades, proliferan en la Policía los grupos de violencia en la familia. Con todo, hay un «pero». «La Ley de Violencia de Género acentúa el abismo y acrecienta la tirantez entre las parejas, al generar más violencia y poner al hombre bajo sospecha».
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