28 de enero de 2010

Y de nuevo, el “Bolsatrilipsis”

Encontrado en GurusBlog:

Hace tiempo que tengo la certeza de que los políticos ni pueden, ni quieren, ni saben desempeñar la tarea para la cual se supone han sido elegidos en general, y menos en cuestiones económicas. No pueden, porque para llegar donde están han necesariamente de hipotecar cualquier movimiento posterior que pudiera suponer un cambio real, perpetuando lo que existe. No quieren, porque toda medida con proyección de futuro sería perniciosa para sus intereses inmediatos, de manera que se entra en un conflicto de intereses por el cual están condenados a mirar a corto plazo. Y no saben, por razones obvias que, supongo, a nadie se le escaparán, empezando porque la gran mayoría no tiene la preparación adecuada para dirigir ni una simple comunidad de vecinos.

Hace un año, las medidas que tomó un Obama recién llegado (está aún por ver si acertadas y suficientes) parecieron aliviar algo el sentimiento de pesimismo que existía en EEUU. Su forma de hacer política mundial, bastante más “profesional” y menos de corte “llevo el mundo como si fuese un rancho de Tejas” a que estábamos acostumbrados hizo que el resto del mundo se contagiase del mismo optimismo, si bien en Europa seguimos esperando por Francia y Alemania para poder engancharnos de nuevo al rebufo de la estela del crecimiento, porque, no nos engañemos, en ellos se basa la política económica europea. Sin embargo, me sentí defraudado cuando al presidente americano largó su discurso de aceptación del premio Nobel, cuando repitió varias veces el mensaje: ”Llevaremos la guerra allá donde haga falta”. No parecía aquel un foro muy adecuado para soltar aquello sin recato y refrendaba el pensamiento de metedura de pata, pues el único mérito aparente era ser el primer presidente de color en EEUU, lo cual debería ser motivo de reconocimiento y admiración, pero parece escaso bagaje para otorgar todo un Nobel.

Lo que nadie esperaba era que uno de los frentes a los que el presidente americano llevase la guerra sería la propia Wall Street, en pleno corazón de Manhattan, Nueva York. El pasado jueves el presidente americano hizo un anuncio donde la frase más reseñada por los medios es: ”If these folks want a fight, it’s a fight I’m ready to have”. Dejando aparte que no me imagino a Zapa, Sarko o Angelina Merkel llamando “muchachos” a Botín, Gonzálezy compañía, como declaración de intenciones, no está nada mal.

Desde ese instante las manos fuertes están que trinan. Todos en mayor o menor medida claman contra unas medidas demasiado vagas, poco definidas aún, pero de las que intuyen que pueden hacerles daño, entre las que destaca la eliminación del trading por cuenta propia. Ni más, ni menos. Para explicarlo llanamente, estos milloncejos que me acaba de dar el bamco central correspondiente para que no quiebre y se reestablezca el flujo de capitales, en vez de prestárselos a estos muertos de hambre que lo necesitan para crear o que no se hunda su PyME (aunque generen el 80% del empleo total, y ese sea mi cometido teórico como banco), los meto en futuros del VIX o de alguna otra zarandaja mediante un programa automático de trading a plazo ultracorto, y tras unas horas de metisaca, los tengo convenientemente multiplicados, amasando dinero salido del aire, en lugar de prestarlo. Actitud entendible visto que saben que cuando a ellos les va mal hemos de socializar entre todos las pérdidas, pero eso sí, cuando hay beneficios, nada mejor que un buen capitalismo a ultranza: lo mío es mío y que no me lo toquen…

Algunas de las razones que se esgrimen contra dicha medida son que terminaría con la liquidez de los mercados, provocando una bajada brutal del volumen de negociación, e incluso de la aparición de un nuevo mercado totalmente diferente al que conocemos. La afectación directa a los beneficios bancarios resultaría en una serie de ventas masivas en dichos valores, cierre de numerosos hedge funds y despidos masivos en ambas industrias como resultado final, todo ello sin contar con el efecto dominó.

Cuando los gobiernos inundaron de dinero los mercados hace un año, los bancos se zambulleron a comprar acciones propias y de otros a precios de saldo. Aquello inició el rebote recién terminado pese a que la economía ha continuado más bien maltrecha que repuntando, aún demasiado titubeante y débil, como un recién salido de una enfermedad.

Y así llegamos, una vez más, al “Bolsatrilipsis”. Se prevén bajadas en las bolsas hasta ya veremos donde, el fin de la tendencia alcista comenzada en marzo.

Ahora las instituciones han pasado a vender. Pero los grandes tiburones saben que no tienen realmente demasiado que temer. Basta, como siempre han hecho y ya están haciendo, con anunciar el fin del capitalismo, la llegada de desórdenes a las calles y la desaparición de todo dinero invertido de la faz de la tierra para que, manipulados todos de nuevo, pidamos de rodillas que dejen a los banqueros hacer y deshacer a su antojo y seguir maldiciéndolos entre dientes como único recurso. Justo hace un año no se atenían a las leyes del mismo mercado al cual ahora claman por justicia, cuando éste les declaraba de facto en quiebra. Entonces salieron sus ahora enemigos, los políticos, para salvarlos a base de insuflarles el dinero de todos. Eso sí, sólo a los más grandes

Así, pues, si la dicotomía que se plantea está entre que seguir sedado, mirando hacia otro lado, dejando que las manos fuertes de siempre se sigan embolsando paladas de dinero a espuertas vaya la economía como vaya, o al menos no dejarlos actuar inpunemente, aunque lo más probable es que finalmente no crea que se vaya a conseguir nada, yo me decanto sin duda por darme este último placer. Atar la correa en corto a los banqueros es el primer paso si realmente queremos cambiar algo de lo que nos ha llevado a esta situación en que estamos inmersos. Por que queremos, ¿no?¿Realmente queremos?Pues aquí está la oportunidad. Da miedo, sí. Como todo lo desconocido…

Además, por una vez, en este caso se da una circunstancia especial: la partida se juega tan inaccesiblemente arriba, que los ciudadanos de a pie podemos asistir tranquilamente como espectadores a observar como se despellejan entre ellos, sin en principio tomar partido, con la tranquilidad resignada de saber que, pase lo que pase, tendremos que pagar la factura. Intentarán implicarnos invocando al paro, a que se esfumarán todas las inversiones del Universo y a la desaparición del “bienestar social”, todo ello para que nos interpongamos y paremos la amenaza sin que ellos se ensucien las manos, sirviendo de carne de cañón, como siempre terminamos haciendo. Bastante tenemos con intentar pagar la hipoteca sin dejar de comer y echar gasolina, y si nos sobra algo, ahorrarlo y llegado el caso, encontrar dónde invertirlo. Por una vez, si hay lucha, deberíamos dejar que se peguen entre ellos, políticos y poderosos. Nadie se preocupe, la sangre no llegará al río, porque en el fondo son lo mismo y se necesitan.

Por cierto: caídas irrecuperables de volúmenes de negociación; décadas de nadería inversionista; fuego en las calles; mercados cambiantes que ya nunca volverán a ser lo mismo; gente guardando su dinero bajo el colchón sin encontrar donde ponerlo por miedo a la iliquidez de los valores; brokers, hedges y fondos cerrando porque nadie jamás va a poder especular ya en nada… Resumiendo: ésta puede ser una magnífica ocasión de adquirir la acción que siempre hemos estado buscando

Disclosure: Ni soy, ni tengo ningún familiar o amigo que sea o haya sido político ni banquero (no confundir con bancario, que tampoco). Sí tengo, en cambio, acciones de BME.

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