31 de mayo de 2010

La crisis oculta de la educación

Encontrado en El blog de Manuel Hernández:

Pocas cosas se repiten tanto como la importancia que tiene la educación. Mala señal. No recuerdo que ningún artículo sobre la situación económica empiece explicando la importancia que tiene que la economía de un país vaya bien. Y como no creo que sea por falta de aptitudes pedagógicas de los economistas, tendrá que ser porque, a diferencia de la educación, se da por supuesto que todo el mundo lo tiene suficientemente claro. Y si todo el mundo lo tiene tan claro en el caso de la situación económica y no tanto en el caso de la educación, tampoco creo que sea por analfabetismo colectivo, sino porque los efectos de una mala política educativa no tienen la contundencia de los de una mala política económica.

Un buen ejemplo lo tenemos en España. Los intentos del Gobierno de negar la crisis primero, de minimizarla después y de anunciar su próximo fin más tarde han durado lo que han durado. Más de lo razonable, ciertamente, pero nada comparable con la crisis de nuestro sistema educativo. Ésta lleva ya un par de décadas, y como si nada. La prueba es que recientemente el Ministro de Educación ha ofrecido un pacto en el que, de entrada, se hace un balance triunfalista de nuestro sistema educativo para, a continuación, lógicamente, proponer un catálogo de medidas que son esencialmente más de lo mismo.

No sé qué tendrá que ocurrir que no haya ocurrido ya para que se acepte la necesidad de un giro en la política educativa. Quizá haría falta que los medios de comunicación informaran diariamente de la evolución del porcentaje de personas que han mejorado su nivel de formación, tal y como hacen con los vaivenes de la Bolsa. O que cada trimestre se informara de la evolución de las tasas de fracaso o abandono escolar temprano, como se hace con el paro. O de si nos acercamos o alejamos de la media europea de jóvenes con formación secundaria postobligatoria, como se hace con el déficit público. O de si aumenta o disminuye el nivel de formación alcanzado por los hijos de familias desfavorecidas, como se hace con el poder adquisitivo de los salarios más bajos o de las pensiones mínimas. O de si las diferencias entre unas regiones y otras aumentan o disminuyen, como se hace con sus PIBs respectivos. O de si la preparación de nuestros titulados mejora o empeora en comparación con los de otros países, como se hace con el diferencial de inflación.

Pero no se hace. Cierto que los datos se prestan a distintas interpretaciones y explicaciones, que a su vez dan lugar a propuestas divergentes. Pero dentro de un orden. Por ejemplo, nadie osaría decir que en los últimos años la economía española ha mejorado. Y sin embargo sí se dice de la enseñanza sin que casi nadie se escandalice (¡y los sindicatos de la enseñanza y las asociaciones de padres y madres menos que nadie!). A lo mejor esto cambiaba un poco si los ciudadanos se desayunaran todas las mañanas con noticias como las siguientes:

Evolución del porcentaje de jóvenes entre 20 y 24 años con bachillerato o FP (el objetivo de Lisboa era alcanzar el 85% en 2010):

lisboa

Unión Europea: 76,6 (2000); 78,5 (2008)

Francia: 81,6 (2000); 83,4 (2008)

Italia: 69,4 (2000); 76,5 (2008)

España: 66,0 (2000); 60,0 (2008)

Jóvenes entre 20 y 24 años sin bachillerato ni FP en 2008 (el objetivo de Lisboa era el 15% para 2010):

Unión Europea: 21,5%

España: 40%

Diferencia España/UE: 186%

Resultados de los jóvenes españoles de 15 años en las pruebas internacionales homologadas (PISA) de 2006:

Ciencias: significativamente por debajo de la media de la OCDE.

Comprensión lectora: significativamente por debajo de la media de la OCDE.

Matemáticas: significativamente por debajo de la media de la OCDE.

¿Cree alguien que si se divulgaran estos indicadores sería posible que un Ministro de Educación presentara un documento en el que se habla de “continuar mejorando la calidad de nuestra educación” y se afirma que “nos encontramos en condiciones de dar pasos en la dirección de lograr que el horizonte sea que, en la práctica, esté escolarizada toda la población hasta los 18 años”? Creo que sonaría tan a tomadura de pelo como si la Ministra de Economía se destapara con una propuesta para “continuar mejorando” nuestra economía en la que se dijera que estamos “en condiciones de dar pasos en la dirección de lograr” el pleno empleo.

Claro que la educación cuenta con otra desventaja. En una economía globalizada, y más entre países que comparten una moneda, los males de unos repercuten gravemente en los otros y, lógicamente, si uno se empeña en negar la evidencia, no tardan mucho los demás en llamarlo al orden. Sin embargo, que en un país los indicadores educativos se desplomen a los demás les da exactamente lo mismo, así que nuestros responsables políticos pueden seguir ocultando o maquillando las cifras sin que los demás gobiernos se vean en la necesidad de sacarnos de nuestras ensoñaciones.

Termino con una última comparación sobre los jóvenes entre 20 y 24 años sin estudios de Bachillerato ni FP y sin empleo en España y la UE:

Begoña2

¿Casualidad? Mucha me parece.

(Las cifras que menciono en el texto son datos oficiales; los gráficos están tomados de un artículo de Adrián Begoña que aparecerá próximamente en un libro sobre política educativa editado por la Fundación Progreso y Democracia.)

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